
escamas duras alrededor de su pecho que le impedía respirar, cuando decidieron intervenir los cirujanos vieron que a los 8 días desaparecía. Con su segunda hija pudieron ver los mismos síntomas al momento de nacer, su piel se tornaba dura y escamosa.
Durante su infancia lo pas
aron mal, pues en el colegio los niños eran crueles, nadie quería jugar con ellas ni cogerlas de las manos por su aspecto; tenían marcas extrañas y las personas pensaban que podía ser contagioso. Ahora que ya son más mayores son personas fuertes que se mantienen con la cabeza alta, reconocen su enfermedad y luchan por llevar una vida normal de adolescentes.
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